Con ch’alla literaria, se lanza el
libro El Che: Miradas personales
El libro publicado por este periódico se presenta esta noche en la
Asociación de Periodistas. A manera de invitación presentamos
fragmentos de tres textos.
Página Siete / La Paz
El libro El Che: Miradas personales,
que reúne textos de 20 autores sobre
el guerrillero que fue ejecutado hace
medio siglo, se presentará esta noche
en la Asociación de Periodistas de La Paz.
La obra es editada por Página Siete y Plural.
El libro presenta ensayos, testimonios y
cuentos de Alex Aillón Valverde, Gloria Ardaya,
Daniel Averanga, Javier Badani,
Rosario Barahona, Robert Brockmann,
Willy Camacho, Homero Carvalho,
Amalia Decker, Carlos Decker,
Inés Gonzáles, Gonzalo Lema,
Carlos Mesa, Mónica Navia,
Verónica Ormachea, Hugo Rodas,
Wálter I. Vargas y Wilmer Urrelo.
Cada autor presenta un esbozo particular del guerrillero que llegó a Bolivia hace 50 años con
la misión de organizar la revolución desde Ñancahuazú. Con tonos y estilos diversos,
los textos tienen en común la calidad, prueba del oficio de la escritura.
Varios de los autores convocados decidieron esbozar la imagen que guardan del Che en
textos de ficción. Otros escribieron ensayos, testimonios o crónicas. De estas últimas,
compartimos aquí tres fragmentos como una invitación a la lectura de las obras completas.
"El Che, un solo hombre y muchos significados. Tantos, que casi hay un Che para cada uno
de nosotros. Desde el héroe hasta el mártir, desde el déspota hasta el invasor, desde el Cristo
de la Higuera hasta el Hombre Nuevo. Y él es todos y no es ninguno. O es el espejo en el que
se ha reflejado un momento de la historia, un episodio definitivo”, escribe la directora de
Página Siete, Isabel Mercado, en el prólogo.
El Che: Miradas personales se presentará hoy, a las 19:30, en la Asociación de Periodistas
de La Paz (edificio Las dos Torres, piso T, avenida 6 de Agosto 2577). Se contará con la
presencia de los autores y habrá ch’alla y vino de honor. La invitación está hecha.
Che, derrota y victoria
En 2015, paseando por las calles de la hermosa ciudad de La Habana me encontré en
una plaza a una señora que extendía en un pequeño puesto unas toallas para la venta,
en la más grande aparecía la imagen del guerrillero, la clásica foto de Korda, sobre fondo
rojo sangre. Muy probablemente algún turista la haya comprado para asolearse en el centro
turístico de Varadero...
Pero el Che vive a pesar de esas derrotas terribles e incuestionables, a pesar de que es
imposible sostener la vigencia de un sistema político, social y económico que no sólo no fue
justo, que no sólo fracasó en lo económico, sino que además terminó en dictaduras implacables.
¿Por qué? Quizás porque nos fascinan los hombres puros y transparentes –sobre todo los que
mueren jóvenes- y Guevara lo era. Pero igual que era implacable consigo mismo, lo era a la hora
de establecer las reglas de un juego, el de la revolución, en el que no hay espacio para las
contemplaciones. Es: "o ellos o nosotros”. A veces, cuando se conoce a un "hombre puro” hay
que ponerse a temblar, a su lado puede estar la guillotina, la idea de que el bien supremo lo justifica
todo, la de que matar y morir son dos imperativos para cambiar la raíz de las cosas (...).
Carlos D. Mesa
Las manos del Che viajan
Las manos del Che viajan, inertes. Suspendidas en un líquido parduzco de formol que las
preserva de su destino final. Viajan, pesadas. Pero su peso no reside en su masa sino en
su hálito simbólico. Son el único vestigio físico que queda de aquel médico argentino que a
finales de los años 50 se enroló en la rebelión liderada por Fidel Castro que terminó con la
dictadura de Batista y levantó las banderas socialistas en Cuba. Que fue ministro de la revolución,
que combatió en el Congo y que abanderó la utopía del "hombre nuevo” desde un rincón
olvidado de Bolivia.
Las manos viajan, mutiladas. Pero su peregrinar se inició dos años atrás, el 10 de octubre de 1967,
un día después de que el guerrillero fuera ejecutado por el Ejército boliviano. El Che había sido
vencido. Pero su muerte resultó no ser suficiente. Desde La Paz se ordenó el cercenamiento
de las manos del guerrillero muerto, un dictamen que por más macabro que parezca tenía un
propósito estratégico dentro del ajedrez político que se jugaba en plena Guerra Fría (...).
Javier Badani
El Che bajo mi cama
Al escuchar un discurso del Che en clave de Ignacio Duchén de Córdova es difícil disociarlo
del tono declamatorio del comandante Chávez y de su émulo y sucesor. Aquella clave recitatoria
produce ya una sensación de hartazgo superabundante, de grandilocuencia ya largamente
vacía, de promesa incumplible pero sigamos prometiendo, redimamos al mundo, cuando no
pudo salvarse ni a sí mismo. Iluso, nunca pudo. Aquella manía monotemática inaugurada por
el Che ya no asusta al enemigo: lo mata de aburrimiento. En particular, del Che acabó
repeliéndome su solemnidad y su absoluta falta de humor, lo cual lo hace incluso más frívolo.
En última instancia, me convencí de que la leyenda del Che como guerrillero heroico es un
tributo a su churrez y a la popularidad de sus dichos dramáticos pero vacíos, apuntados a
sensibilidades facilonas, no a su habilidad como comandante ni como político.
(...) ¿Se inmoló al final, sabedor de que al menos quedaría su gesta? ¿Vino el Che a Bolivia
no a ganar, sino a perder? Quizás sabía, como NSJC, que su inmolación invocaría la razón
del más débil, donde es el perdedor quien gana. Y al final ganó solamente la batalla de la
imaginación. A veces es suficiente.
Robert Brockmann