Revista Mundo Hispánico. Suiza. Por Mónica Subietas.
Julio - Agosto 2019
ARTE Y CULTURA | LITERATURA
Julio - Agosto 2019
ARTE Y CULTURA | LITERATURA
LITERATURA | ARTE Y CULTURA
La entrevista
Verónica Ormachea Gutiérrez,
escritora y periodista boliviana
Pasión
por el conocimiento
Verónica Ormachea se considera en formación continua. Es columnista en varias publicaciones, autora de una crónica y dos novelas, ex diplomática y miembro de la Academia Boliviana de la Lengua (sillón M), correspondiente de la Real Academia Española.
Nacida en el exilio, la búsqueda de sus raíces la llevó a indagar en la historia de Bolivia, país del que sus padres tuvieron que huir por la revolución de 1952.
En esta entrevista nos habla de su obra y de su curiosidad innata, que la lleva a buscar aquello sobre lo que no se ha escrito antes.
Verónica Ormachea Gutiérrez,
escritora y periodista boliviana
Pasión
por el conocimiento
Verónica Ormachea se considera en formación continua. Es columnista en varias publicaciones, autora de una crónica y dos novelas, ex diplomática y miembro de la Academia Boliviana de la Lengua (sillón M), correspondiente de la Real Academia Española.
Nacida en el exilio, la búsqueda de sus raíces la llevó a indagar en la historia de Bolivia, país del que sus padres tuvieron que huir por la revolución de 1952.
En esta entrevista nos habla de su obra y de su curiosidad innata, que la lleva a buscar aquello sobre lo que no se ha escrito antes.
18 · Mundo Hispánico · No 239 · Julio-Agosto 2019
Julio-Agosto 2019 · No 239 · Mundo Hispánico ·19
Verónica Ormachea Gutiérrez
Foto/ Gentileza de la autora. © Mauricio Ormachea
Foto/ Gentileza de la autora. © Mauricio Ormachea
Mónica Subietas
Si algo caracteriza a Verónica Ormachea, aparte de su amor por las letras, es la naturalidad. Hacemos la en- trevista vía Skype y comenzamos charlando de todo un poco, como si nos conociéramos de toda la vida. Quita importancia a su asombroso currículo, que le ha permi- tido viajar por todo el mundo, unas veces como estu- diante, otras como periodista y autora e incluso como diplomática.
Mundo Hispánico.— Nació en Nueva York, más tar- de vivió en Chile y en Bolivia; terminó estudiando en Washington y en La Sorbona e incluso recibió formación ejecutiva en Harvard. ¿A qué se debe esa ansia de saber? ¿Qué busca?
Si algo caracteriza a Verónica Ormachea, aparte de su amor por las letras, es la naturalidad. Hacemos la en- trevista vía Skype y comenzamos charlando de todo un poco, como si nos conociéramos de toda la vida. Quita importancia a su asombroso currículo, que le ha permi- tido viajar por todo el mundo, unas veces como estu- diante, otras como periodista y autora e incluso como diplomática.
Mundo Hispánico.— Nació en Nueva York, más tar- de vivió en Chile y en Bolivia; terminó estudiando en Washington y en La Sorbona e incluso recibió formación ejecutiva en Harvard. ¿A qué se debe esa ansia de saber? ¿Qué busca?
Verónica Ormaechea.— El conocimiento.
Y la única manera de adquirir conocimien-
to es a través de la academia, de la instruc-
ción, de la lectura, de los viajes... Por ejem-
plo, viajé a Bulgaria para ver en qué estado
había quedado después de la guerra y de
40 años de comunismo. Yo creo que no hay
nada más apasionante que el conocimiento.
Terminé la universidad en Estados Unidos,
me invitaron a Harvard, fui a estudiar a La
Sorbona... Mi vida ha sido esa: escribir y
leer. Recientemente hice una maestría en
Literatura, como oyente, en Madrid. Amé
Madrid.
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LITERATURA | ARTE Y CULTURA
MH.— Usted es periodista. ¿Cómo
llegó a la ficción?
VO.— Empecé a escribir un poco tar- de, me hubiera gustado empezar antes. Había escrito en periódicos y sigo es- cribiendo en ellos, porque me encanta, pero eso es muy diferente a la literatu- ra. La literatura te hace viajar, entras dentro de los personajes y conoces la vida y la condición humana. Ves co- sas que otros no ven, el detalle del que muchos no se dan cuenta. Yo escribo todos esos detalles en papelitos y me los guardo en la cartera, para no olvi- darlos.
MH.— Sin embargo, su primer libro, “Entierro sin muerte”, es una crónica periodística.
VO.— Exacto. Es la historia del secues- tro de Doria Medina por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y, gra- cias a este libro, me volví escritora, porque me di cuenta de que podía es- cribir mucha ficción.
MH.— ¿Qué le da la ficción que no ob- tiene con la crónica periodística?
VO.— Pues con ese primer libro me di cuenta de todo lo que era capaz de inventar, pero no era posible porque era una crónica y tenía que remitirme a hechos históricos, reales, a todo lo que había ocurrido. Ahí me di cuenta de que yo podía ficcionalizar hasta el infinito. Es gracias a ese libro que un día decido sentarme a escribir una no- vela sobre la revolución nacional, que era un tema con el cual yo había creci- do: mi padre había estado preso, había sido exiliado... Cuando escribes tienes que estar muy enamorada del tema, porque le dedicas mucho tiempo al li- bro. Para mí era una necesidad de con- tar la historia, más aún porque no se había contado esa historia, sólo había testimonios de los ganadores y no de lo que le había pasado a la oligarquía. Así nació “Los ingenuos”, la historia de una familia adinerada durante la revo- lución nacional boliviana.
MH.— ¿Quiénes son Los ingenuos?
VO.— Empecé a escribir un poco tar- de, me hubiera gustado empezar antes. Había escrito en periódicos y sigo es- cribiendo en ellos, porque me encanta, pero eso es muy diferente a la literatu- ra. La literatura te hace viajar, entras dentro de los personajes y conoces la vida y la condición humana. Ves co- sas que otros no ven, el detalle del que muchos no se dan cuenta. Yo escribo todos esos detalles en papelitos y me los guardo en la cartera, para no olvi- darlos.
MH.— Sin embargo, su primer libro, “Entierro sin muerte”, es una crónica periodística.
VO.— Exacto. Es la historia del secues- tro de Doria Medina por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y, gra- cias a este libro, me volví escritora, porque me di cuenta de que podía es- cribir mucha ficción.
MH.— ¿Qué le da la ficción que no ob- tiene con la crónica periodística?
VO.— Pues con ese primer libro me di cuenta de todo lo que era capaz de inventar, pero no era posible porque era una crónica y tenía que remitirme a hechos históricos, reales, a todo lo que había ocurrido. Ahí me di cuenta de que yo podía ficcionalizar hasta el infinito. Es gracias a ese libro que un día decido sentarme a escribir una no- vela sobre la revolución nacional, que era un tema con el cual yo había creci- do: mi padre había estado preso, había sido exiliado... Cuando escribes tienes que estar muy enamorada del tema, porque le dedicas mucho tiempo al li- bro. Para mí era una necesidad de con- tar la historia, más aún porque no se había contado esa historia, sólo había testimonios de los ganadores y no de lo que le había pasado a la oligarquía. Así nació “Los ingenuos”, la historia de una familia adinerada durante la revo- lución nacional boliviana.
MH.— ¿Quiénes son Los ingenuos?
Los infames
V. Ormachea
Ed. Lord Byron 294 páginas
Escribir sobre Bolivia era
buscar mis raíces.
V. Ormachea
Ed. Lord Byron 294 páginas
Escribir sobre Bolivia era
buscar mis raíces.
Los ingenuos
Verónica Ormachea
Alfaguara 472 páginas
Verónica Ormachea
Alfaguara 472 páginas
VO.— Los oligarcas, porque se creían
tan poderosos que jamás se imaginaron
lo que les iba a pasar. Vivían como re-
yes y jamás imaginaron que iban a per-
derlo todo. Porque fue así, lo perdieron
todo: allanaron sus casas, las ocupa-
ron; los exiliaron o los metieron en la
cárcel, los torturaron, no tenían qué co-
mer, no les daban trabajo... perdieron
todo. Pero no se dieron cuenta de lo que
les iba a pasar.
MH.— ¿No se dieron cuenta o no qui- sieron darse cuenta?
VO.— Bueno... Cuando vives en el pa- raíso, obviamente no quieres aceptar que algo pueda cambiar, y menos un cambio tan radical como quedarte en la calle.
MH.— Tras haber vivido en tantos lu- gares, ¿regresó a Bolivia para contar esa historia?
VO.— Para mí, escribir “Los ingenuos” fue buscar mis raíces. Encontrarme con
MH.— ¿No se dieron cuenta o no qui- sieron darse cuenta?
VO.— Bueno... Cuando vives en el pa- raíso, obviamente no quieres aceptar que algo pueda cambiar, y menos un cambio tan radical como quedarte en la calle.
MH.— Tras haber vivido en tantos lu- gares, ¿regresó a Bolivia para contar esa historia?
VO.— Para mí, escribir “Los ingenuos” fue buscar mis raíces. Encontrarme con
la historia de mi familia, con el pasa-
do, para mí era fundamental. Para una
persona, que ha vivido tanto fuera, es
importante escribir sobre su país, con
testimonios fidedignos.
MH.— Bolivia, históricamente, es un país mestizo, con clases muy marca- das. Tras la revolución se creó una clase media. ¿Cómo es hoy Bolivia?
VO.— La clase media ha crecido mucho más. Y tenemos un presidente indíge- na, Evo Morales.
MH.— Entonces, ¿puede considerarse un país estable hoy en día?
VO.— Políticamente, no. A nivel econó- mico, probablemente sí. Hemos tenido mucha suerte, porque las ventas del gas se fueron al cielo; hubo muy buenos in- gresos con las ventas del gas y de los minerales, que habían sido nacionaliza- dos con la revolución del 52. La riqueza de los llamados “barones del estaño” [Simón I. Patiño, Moritz Hoch–schild y
MH.— Bolivia, históricamente, es un país mestizo, con clases muy marca- das. Tras la revolución se creó una clase media. ¿Cómo es hoy Bolivia?
VO.— La clase media ha crecido mucho más. Y tenemos un presidente indíge- na, Evo Morales.
MH.— Entonces, ¿puede considerarse un país estable hoy en día?
VO.— Políticamente, no. A nivel econó- mico, probablemente sí. Hemos tenido mucha suerte, porque las ventas del gas se fueron al cielo; hubo muy buenos in- gresos con las ventas del gas y de los minerales, que habían sido nacionaliza- dos con la revolución del 52. La riqueza de los llamados “barones del estaño” [Simón I. Patiño, Moritz Hoch–schild y
Vista de La Paz, capital de Bolivia, situada en el Altiplano, a más de 3.500 metros de altitud.
Creo que un escritor no puede
escribir un libro malo, porque
le desprestigia.
VO.— Descubrir a Moritz Hochschild –
un judío residente en Bolivia– fue algo
notable. Le llaman “el Schindler boli-
viano”. Su historia es extraordinaria:
estudió Minería en Freiberg (Alemania)
y se estableció en Bolivia por el esta-
ño; se hizo multimillonario vendiendo
estaño a empresarios germanos. Avisó
a su familia para que abandonase Ale-
mania —su hermana no lo hizo y murió
en Auschwitz—, pero además se las in-
genió para sacar a casi 10.000 refugia-
dos del nazismo, antes de que estallase
la Segunda Guerra Mundial. Montó una
colonia agrícola en la selva boliviana
y los empleaba allí, o en sus minas, o
en sus empresas en Perú y Chile. Eso
fue posible porque Bolivia daba visas
sin condiciones. De eso va mi novela
“Los infames”, de una familia de judíos
polacos, que huye a Bolivia en 1937-38
Fuente/ Flickr/Phil Whitehouse, con licencia Creative Commons Attribution 2.0 Generic
20 · Mundo Hispánico · No 239 · Julio-Agosto 2019
Julio-Agosto 2019 · No 239 · Mundo Hispánico ·21
Carlos Víctor Aramayo] pasó a manos
del Estado. Creo que económicamen-
te estamos bien, aunque gracias a una
cierta permisividad del Gobierno ac-
tual. Porque Bolivia vive en gran mane-
ra de la ilegalidad, del contrabando, del
mercado negro y del narcotráfico. Si no
me equivoco, Bolivia es el tercer pro-
ductor de coca del mundo. Todo ello ha
dado mucha riqueza a esa clase media.
En Bolivia casi no existe la industria,
porque el mercado negro es impresio-
nante, hay contrabando de todo y eso
ha enriquecido a mucha gente. Pero en
Bolivia todavía existe mucha pobreza;
falta invertir en salud, en educación, en
carreteras y alcantarillas, en servicios
básicos.
MH.— Ha mencionado a los barones del estaño. Su novela “Los infames” fue el resultado de un descubrimien- to asombroso: la figura de Moritz Hochschild, uno de ellos.
MH.— Ha mencionado a los barones del estaño. Su novela “Los infames” fue el resultado de un descubrimien- to asombroso: la figura de Moritz Hochschild, uno de ellos.
ARTE Y CULTURA | LITERATURA
Retrato de
Moritz Hochschild.
Ilustración de Oz Artworks a partir de una imagen de DPA
aprovechando que este país da visas sin condiciones. Para los judíos, Bolivia fue un lugar de paso; luego se iban a Argentina y a Estados Unidos. En Bo- livia sólo quedan unos 600. Yo tengo la documentación y es impresionante. Los judíos trajeron muchas cosas a Bo- livia, como las tintorerías o las ventas a crédito, pero además tenían una vida cultural intensísima. Entre ellos ha- bía gente muy instruida. Salían con lo puesto o con una maletita y en Bolivia les buscaban trabajo y un sitio donde vivir.
MH.— Y de ahí, a la UNESCO.
VO.— Sí. A raíz de mi libro, el Estado de Bolivia postuló la labor de Hochschild para que formase parte de la memoria histórica del mundo ante la UNESCO y fue aceptada, lo cual me honra mucho y me siento muy halagada por ello.
MH.— Esto es un privilegio para una novela, pero también una gran res- ponsabilidad para sus futuras nove- las.
VO.— Por supuesto, pero no sólo para las futuras. La anterior, “Los inge- nuos”, que es la historia de la revolu- ción nacional boliviana, fue finalista del Premio Nacional de Novela. Gene- ralmente se han escrito grandes nove- las sobre revoluciones, como “Guerra y Paz”, de Tolstoi, que cuenta la entrada de los franceses a Rusia, o “El Gato- pardo”, que habla de la creación de las ciudades Estado. Las revoluciones son un tema apasionante.
MH.— Usted, precisamente, nació en Nueva York porque sus padres se exi- liaron por la revolución de Bolivia en 1952.
VO.— Sí, viví en Nueva York hasta los cinco años. El exilio siempre es terrible y mis padres llegaron al exilio sin un centavo. Además, como buenos cató- licos, tenían un hijo por año. Pero mi padre había estudiado en Stanford y
Moritz Hochschild.
Ilustración de Oz Artworks a partir de una imagen de DPA
aprovechando que este país da visas sin condiciones. Para los judíos, Bolivia fue un lugar de paso; luego se iban a Argentina y a Estados Unidos. En Bo- livia sólo quedan unos 600. Yo tengo la documentación y es impresionante. Los judíos trajeron muchas cosas a Bo- livia, como las tintorerías o las ventas a crédito, pero además tenían una vida cultural intensísima. Entre ellos ha- bía gente muy instruida. Salían con lo puesto o con una maletita y en Bolivia les buscaban trabajo y un sitio donde vivir.
MH.— Y de ahí, a la UNESCO.
VO.— Sí. A raíz de mi libro, el Estado de Bolivia postuló la labor de Hochschild para que formase parte de la memoria histórica del mundo ante la UNESCO y fue aceptada, lo cual me honra mucho y me siento muy halagada por ello.
MH.— Esto es un privilegio para una novela, pero también una gran res- ponsabilidad para sus futuras nove- las.
VO.— Por supuesto, pero no sólo para las futuras. La anterior, “Los inge- nuos”, que es la historia de la revolu- ción nacional boliviana, fue finalista del Premio Nacional de Novela. Gene- ralmente se han escrito grandes nove- las sobre revoluciones, como “Guerra y Paz”, de Tolstoi, que cuenta la entrada de los franceses a Rusia, o “El Gato- pardo”, que habla de la creación de las ciudades Estado. Las revoluciones son un tema apasionante.
MH.— Usted, precisamente, nació en Nueva York porque sus padres se exi- liaron por la revolución de Bolivia en 1952.
VO.— Sí, viví en Nueva York hasta los cinco años. El exilio siempre es terrible y mis padres llegaron al exilio sin un centavo. Además, como buenos cató- licos, tenían un hijo por año. Pero mi padre había estudiado en Stanford y
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El amor no puede dejar de existir en las novelas, porque es el valor más universal que existe.
El amor no puede dejar de existir en las novelas, porque es el valor más universal que existe.
Escribir no es inspiración,
es transpiración,
y hay que ser muy disciplinada.
es transpiración,
y hay que ser muy disciplinada.
el derecho de pernada y cosas así. Era
algo espantoso. “Los ingenuos” es la
historia de una familia oligárquica con
fincas y casas en el altiplano y una casa
con tres patios en la ciudad. El primer
patio es para la familia y las visitas, en
el segundo viven, y en el tercero están
los pongos, que vivían como los anima-
les, como en un corral. Juliana es la hija
de la familia terrateniente, enamorada
del hijo de su nana india, Sebastián, que
es un mestizo. El hermano de Juliana
es un militar, un patán —entonces, los
militares se creían los dueños del mun-
do—. Y llega la revolución, que dirige
obviamente Sebastián. Cuando el go-
bierno revolucionario toma el poder, la
familia de Juliana financia un golpe de
Estado, pero no les resulta. Entonces,
los revolucionarios allanan la casa y se
lo llevan todo, y además se llevan a uno
de los hermanos, el único que no tenía
que ver con todo eso. Juliana recurre a
Sebastián y se enreda el amor en la no-
vela. El amor no puede dejar de existir
en las novelas, porque el amor es el va-
lor más universal que existe. Sebastián
la ayuda clandestinamente, aunque ella
ya se había casado con un militar. Ima-
gínate el drama, en los años 50, el es-
cándalo de tener enredos con el hijo de
una empleada. Es una historia de amor
bellísima, ¡yo lloraba escribiéndola! Y
cuando matan al hermano, ¡yo misma
lloraba y yo misma lo mataba!
MH.— Pero esa es la buena escritura, ¿no? Lo complicado es transmitir esa emoción al lector.
VO.— ¡Es que los lectores también llo- ran! Me llaman mis amigas para decir- me que las hice llorar en tal capítulo. Lo que ocurre es que en la revolución del 52, como en toda revolución, hubo una serie de abusos y se empecinaron en contra de los oligarcas. Hubo campos de concentración, tortura, exilio —el de mi familia, por ejemplo—, había es-
MH.— Pero esa es la buena escritura, ¿no? Lo complicado es transmitir esa emoción al lector.
VO.— ¡Es que los lectores también llo- ran! Me llaman mis amigas para decir- me que las hice llorar en tal capítulo. Lo que ocurre es que en la revolución del 52, como en toda revolución, hubo una serie de abusos y se empecinaron en contra de los oligarcas. Hubo campos de concentración, tortura, exilio —el de mi familia, por ejemplo—, había es-
casez, allanaban las casas... Todo eso
cuenta “Los ingenuos”.
MH.— Usted entrevistó a testigos rea- les para esta novela.
VO.— Sí. El caso es que, como la histo- ria la escriben los ganadores, tuve que entrevistar a falangistas, a militares, a personas que habían estado apresadas, a personas en el exilio, para contar el otro lado. Quise contar la historia des- de la óptica de los caídos, la historia de los oligarcas.
MH.— Entiendo que su familia era oli- gárquica, pues ha dicho que su padre estudió en Stanford.
VO.— Bueno, es como de mal gusto de- cir que yo vengo de una familia oligár- quica o aristocrática. Pero sí, mi familia era el prototipo de la poca aristocracia que hubo en Bolivia. Pero es que me da vergüenza decirlo. Porque esos eran ellos. Yo vengo de ellos, pero soy como un accidente. Mucha gente cree que esa novela es la historia de mi familia, pero no. La casa tampoco es la mía.
MH.— ¿Cómo contrasta las historias de esos testigos? Porque la memoria es selectiva; los recuerdos se constru- yen de manera selectiva.
VO.— Claro, por eso puse ambos lados. Puse todos los horrores y abusos que cometía la oligarquía con los indios, pero también todo lo que esa familia tiene que pasar después, con la revolu- ción.
MH.— ¿Cuánto le lleva escribir una novela? ¿Cuál es su proceso creativo?
VO.— Muchos años. Yo creo que un es- critor no puede escribir un libro malo, porque le desprestigia. Lo que hago es buscar temas inéditos, sobre los que no
MH.— Usted entrevistó a testigos rea- les para esta novela.
VO.— Sí. El caso es que, como la histo- ria la escriben los ganadores, tuve que entrevistar a falangistas, a militares, a personas que habían estado apresadas, a personas en el exilio, para contar el otro lado. Quise contar la historia des- de la óptica de los caídos, la historia de los oligarcas.
MH.— Entiendo que su familia era oli- gárquica, pues ha dicho que su padre estudió en Stanford.
VO.— Bueno, es como de mal gusto de- cir que yo vengo de una familia oligár- quica o aristocrática. Pero sí, mi familia era el prototipo de la poca aristocracia que hubo en Bolivia. Pero es que me da vergüenza decirlo. Porque esos eran ellos. Yo vengo de ellos, pero soy como un accidente. Mucha gente cree que esa novela es la historia de mi familia, pero no. La casa tampoco es la mía.
MH.— ¿Cómo contrasta las historias de esos testigos? Porque la memoria es selectiva; los recuerdos se constru- yen de manera selectiva.
VO.— Claro, por eso puse ambos lados. Puse todos los horrores y abusos que cometía la oligarquía con los indios, pero también todo lo que esa familia tiene que pasar después, con la revolu- ción.
MH.— ¿Cuánto le lleva escribir una novela? ¿Cuál es su proceso creativo?
VO.— Muchos años. Yo creo que un es- critor no puede escribir un libro malo, porque le desprestigia. Lo que hago es buscar temas inéditos, sobre los que no
se ha escrito, y leo mucho, investigo
mucho, para ver si el tema va a funcio-
nar. Una vez decido lo que voy a escri-
bir, me siento a investigar. Leo mucho,
tomo muchos apuntes, y en ese contex-
to histórico es cuando insuflo vida a
los personajes. En el caso de “Los in-
fames”, mezclo personajes reales con
personajes de ficción, pero toda la in-
formación es verídica, porque si no, al
día siguiente te sacan en el periódico tu
falta de seriedad o te desmienten. Eso
lo aprendí muy bien en el periodismo,
que tiene que ser muy preciso, en perio-
dismo no cabe la ficción.
MH.— ¿Tras ese largo periodo de in- vestigación se sienta a escribir?
VO.— Para escribir tengo una oficina chiquitita, a la que voy todos los días y me siento a escribir durante horas. Allí no tengo teléfono, ni wifi, ni nada. Por- que la inspiración no existe; escribir no es inspiración, es transpiración, es tra- bajo, y tienes que ser muy disciplinada. Cansada o no cansada, tienes que ir a la oficina y escribir un buen libro. No hay nada más peligroso que escribir un mal libro, y los errores se notan. Los libros improvisados se detectan de inmediato. Si lees un libro escrito a la carrera, ya no lees más a ese escritor. Toma mu- chos años escribir un buen libro, bien documentado, bien creado, que atrape al lector y en el que pasen muchas co- sas. Porque una no escribe para una, escribe para los demás. Escribo para el lector.
MH.— ¿Y tiene alguna novela ahora entre manos?
VO.— Sí, aunque dicen que no hay que contarlo, porque trae mala suerte. Es- toy en la mitad. MH
Más información sobre la autora: veronicaormacheag.blogspot.com
MH.— ¿Tras ese largo periodo de in- vestigación se sienta a escribir?
VO.— Para escribir tengo una oficina chiquitita, a la que voy todos los días y me siento a escribir durante horas. Allí no tengo teléfono, ni wifi, ni nada. Por- que la inspiración no existe; escribir no es inspiración, es transpiración, es tra- bajo, y tienes que ser muy disciplinada. Cansada o no cansada, tienes que ir a la oficina y escribir un buen libro. No hay nada más peligroso que escribir un mal libro, y los errores se notan. Los libros improvisados se detectan de inmediato. Si lees un libro escrito a la carrera, ya no lees más a ese escritor. Toma mu- chos años escribir un buen libro, bien documentado, bien creado, que atrape al lector y en el que pasen muchas co- sas. Porque una no escribe para una, escribe para los demás. Escribo para el lector.
MH.— ¿Y tiene alguna novela ahora entre manos?
VO.— Sí, aunque dicen que no hay que contarlo, porque trae mala suerte. Es- toy en la mitad. MH
Más información sobre la autora: veronicaormacheag.blogspot.com
eso nos salvó, porque le permitió con-
seguir trabajo. Tres de nosotros naci-
mos en Nueva York. Luego, trasladaron
a mi padre a Chile y a Bolivia, donde
están las minas, porque era un experto
en minería.
MH.— De eso va su novela “Los inge- nuos”, de la historia de una familia boliviana oligárquica. Una familia
MH.— De eso va su novela “Los inge- nuos”, de la historia de una familia boliviana oligárquica. Una familia
que posee unas canteras, que surten
de adoquines a la capital del país, La
Paz.
VO.— Sí, pero también de los pongos, los indígenas, que antes de la revolución eran esclavos de los terratenientes. Los oligarcas eran dueños no solamente de las vidas de esos indios, sino también de las vidas de sus familias: utilizaban
VO.— Sí, pero también de los pongos, los indígenas, que antes de la revolución eran esclavos de los terratenientes. Los oligarcas eran dueños no solamente de las vidas de esos indios, sino también de las vidas de sus familias: utilizaban
22 · Mundo Hispánico · No 239 · Julio-Agosto 2019
Julio-Agosto 2019 · No 239 · Mundo Hispánico ·23
Verónica, cómo estás. Te saluda Mariano Olivera, de la revista COSAS de Perú. Queremos entrevistarte; ojalá sea posible. Te dejo mi correo: molivera@cosas.pe Abrazo
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