DIario Pagina siete
LITERATURA
Erotismo en Lady Chatterley
y Los infames
Jorge Patiño hace una lectura comparada sobre las escenas eróticas de las novelas de D.H. Lawrence y Verónica Ormachea.
domingo, 30 de diciembre de 2018 · 00:00
Jorge Patiño Sarcinelli Matemático y escritor
Cuando D.H. Lawrence publicó El amante de Lady Chatterley en 1928,
causó revuelo por sus escenas eróticas, terreno que la buena
literatura había evitado. Todavía en 1960, el autor de la introducción
a la edición de Penguin sintió la necesidad de comenzar aclarando:
“El amante de Lady Chatterley no es un libro sucio; es limpio y serio
y bello”. ¡En 1960, cuando el mundo ya estaba entrando en la era del
amor libre!
Hace dos años, Verónica Ormachea, una de nuestras más connotadas
escritoras, publicó su novela Los infames. Ésta ya ha sido comentada
por nuestro presentador oficial de novelas de sociedad, así que puedo
dedicarme aquí a un solo aspecto de la obra: lo erótico, para compararlo
con el libro de Lawrence.
La novela de Ormachea también causó revoloteo. Como muestra sin valor,
recuerdo una reunión de personas liberales y liberadas donde se comentó
que algunas de las escenas de Los infames eran muy fuertes, de “mal gusto”
dijo alguien. A tal punto era la reacción, que nadie se animó a leer los
pasajes en voz alta. Esta timidez es llamativa: a inicios del siglo XXI lo sexual explícito todavía no se lee con naturalidad.
Cualquier comparación entre las dos novelas basada en escenas fuera
del contexto será incompleta y sesgada, máxime si son citas breves como
las que siguen, pero me aventuro a condición de que se tome este
comentario como una invitación a leer ambas novelas, o releerlas,
según el caso. Advierto al lector sensible que en lo que sigue hay
escenas de sexo explícito; todas ya publicadas sin censura.
De Lady Chatterley
De Lady Chatterley
“También él había descubierto la parte delantera de su cuerpo y
Connie sintió su carne desnuda contra la suya, cuando penetró en ella.
Durante unos instantes el hombre quedó quieto, en el interior de Connie,
turgente y estremecido. Luego cuando el hombre comenzó a moverse,
en el súbito e inevitable orgasmo, despertó en Connie nuevas y extrañas sensaciones que, a oleadas, recorrieron sus entrañas. A oleadas,
a oleadas, a oleadas… como suaves llamas como suaves plumas,
alcanzando un punto de esplendor exquisito…”.
Del lado masculino es un acto simple; un movimiento, una eyaculación
y ya, como suele ser. Todo el énfasis poético está en el orgasmo
femenino, como no suele ser.
De Los infames
“Ella, en medio de gemidos que la asfixiaban, le indicó con el dedo
el lugar donde debía lamerla. Ahí, le dijo ella. Ahí, no pares. Mientras
él le introducía los dedos en la vagina como si la estuviese
penetrando. … Él tragaba con placer todos sus líquidos vaginales”.
En su afán realista, salofílico, Ormachea no nos ahorra detalles
anatómicos ni fisiológicos. ¿Es esto lo que hace que la escena
sea desagradable?
De Lady Chatterley
“Connie volvió a estremecerse al darse la potente e inexorable
entrada del hombre en ella, una entrada extraña y terrible.
Hubiera podido ser como la penetración de una espada en su
cuerpo suavemente abierto... Pero aquello se transformó en
una extraña y lenta penetración de paz. De una gran y primigenia
ternura…. Connie nada reservó para sí. Osó entregarlo todo,
entregar su persona íntegra, dejarse llevar por la marea”.
Lawrence combina la penetración real y metafórica con la
ternura y el acto de total entrega de la mujer, un estereotipo femenino.
De Los infames
De Los infames
“Empezó a besarle los senos y lamerle los pezones con inusitada
pasión. Ella aceptaba todo. … Ella empezó a respirar de forma
agitada y sintió que sus muslos se humedecían… Perdió el hilo de sus pensamientos e inconscientemente se dejó llevar, desfalleciente.
Su aprensión empezó a desvanecerse… Él se abrió la bragueta
y puso la fina mano de ella sobre su miembro erguido como
un palo. … Ella deseaba ser penetrada, más allá de la razón….
Sintió su tronco penetrando con firmeza en un mar de humedad”.
La redacción de esta fuertísima escena podía haber sido pulida –e.g.
la repetición de la palabra “empezar”- pero esa deficiencia no impide
que recibamos el impacto. Mientras Lawrence usa la metáfora de
espada por falo, Ormachea, más ecológica, dice “tronco” y “palo”.
En las escenas eróticas de Lady Chatterley las descripciones se
limitan a las partes de él, el pene y las nalgas, pero el clítoris y
la vagina es un umbral que Lawrence no cruza. Ormachea, en
cambio, no se inhibe de hacer referencias jugosas a las partes
de su personaje.
Vale la pena resaltar otros aspectos en la comparación. Las
descripciones de Ormachea, además de ser más explícitas en los
órganos sexuales femeninos y sus secreciones, nos muestran
sólo los sentimientos primarios de sus personajes. Mientras que
Lawrence creyó importante darnos una idea de sus sensaciones
y describir el orgasmo con plumas (algo cursi quizá), los de Varinia
son más primarios. “Métemela con toda tu alma, no pares nunca”
dice ella, y a seguir se da el orgasmo, como un puro instante físico.
No hay que perder de vista que se trata de situaciones muy diversas.
Aparte de la escena en que Varinia pierde la virginidad con su chico,
las otras se dan en un campo de concentración, donde ella es
una prisionera indefensa y todo el poder lo tiene el hombre.
Lady Chatterley, al contrario, es la dueña de la mansión y Oliver
es el guardabosques. El poder social está con ella, pero en las
escenas de sexo la iniciativa la tiene él y ella se entrega.
Las escenas de sexo en Los infames se mueven entre la violación y el sadomasoquismo; las de Lady Chatterley forman parte de un
aprendizaje sensual y sexual. Pero Lawrence quiere que
distingamos amor de sensualidad y de voluptuosidad.
“…aquella audaz sensualidad sin vergüenzas estremeció a Connie
hasta los cimientos de su ser… y la transformó en otra mujer.
Aquello no fue realmente amor. No fue voluptuosidad. Fue una
sensualidad cortante, dolorosa como el fuego…”.
Es notable la delicadeza y sensibilidad de Lawrence. A tal punto,
que el lector termina convencido de que en ese erotismo hay
más que amor puro o que deseo bruto, y ésta es la clave que
lo distingue de la novela cursi, del porno ligero y de la pornografía.
La literatura erótica es un campo vasto de muy antigua tradición.
La comparación que hago aquí, muy limitada por cierto, busca
rescatar la novela de Ormachea de la condena de los pacatos,
pero no pretende demostrar categorías. Aunque no gusten a todos,
las escenas de Los infames exploran una literatura donde hay
un lugar para todas las pasiones y su fisiología, como debe haber
para todo lo humano.
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