martes, 28 de julio de 2020

GANAMOS UNA BATALLA, NO LA GUERRA.

Pag 7, Los Tiempos, El Día, Mundiario,SudamericaHoy, EJU, La Patria, EL Periódico, ANF


FOCUS


El mundo se llenó de esperanza cuando se dio a conocer la vacuna Oxford contra el COVID-19. Los resultados iniciales son muy alentadores. Hemos podido ver la luz al final del túnel cuando se hizo pruebas a 1.077 voluntarios en las fases 1 y 2, cuyos resultados demostraron ser efectivos y no provocan efectos secundarios, según la revista médica The Lancet.
Las pruebas demostraron que la vacuna genera anticuerpos y células T, (también llamadas linfocitos) que son un tipo de glóbulo blanco que detectan las células infectadas y las destruye.
Pero aun no podemos cantar victoria. Nos queda la tercera etapa ya que las pruebas anteriores no incluyeron a personas mayores ni gente con otras enfermedades. Esta se hizo a voluntarios de raza blanca de un promedio de 35 años.
En la tercera etapa, los científicos harán pruebas a personas en el Reino Unido, EEUU, Sudáfrica y Brasil.
Científicos -que trabajan contra el reloj- estiman que la vacuna Oxford será lanzada al mercado en los primeros meses del año 2021. Lo que significa que habremos estado encerrados, atemorizados y cargados de incertidumbre durante un año, que no es poca cosa.
La investigación de la universidad de Oxford está liderada por la científica Sarah Gilbert, dijo que habían logrado en meses lo que requiere 5 años. Sus investigadores así como de otros laboratorios trabajan hasta el agotamiento para salvar al mundo.
Según expertos, si los contagiados tienen una fuerte carga viral, tendrían que ser vacunados dos veces y aquello significaría duplicar los esfuerzos, principalmente logísticos.
El enemigo invisible y silencioso que no distingue condición o raza, se ha llevado a más de 600 mil vidas y ha contagiado a más de 5 millones de personas, cifras que van más allá del entendimiento.
Francis Fukuyama afirmó que ni los países más prósperos están preparados para enfrentar semejante pandemia. Una vergüenza.
En realidad, ningún país está preparado para recibir semejante pandemia mortal, tampoco Bolivia que a pesar de los esfuerzos del gobierno, el sistema sanitario ha colapsado.
Muchos bolivianos mueren tirados en la calle o en un auto camino al hospital. Las clínicas no los reciben porque no tienen espacio o les piden una garantía millonaria, algo que la mayoría no puede pagar. Una situación dramática e imperdonable que ningún persona merece atravesar porque la salud y la educación son un derecho humano.
La farmacéutica AstraZeneca, que trabaja con la Universidad de Oxford, anunció que fabricará 2 mil millones de dosis que distribuirían a fin de año.
Bolivia ha sido seleccionada para recibir la vacuna Oxford. El Ministerio de Salud adquirirá las vacunas gratuitamente o a precio reducido.
Bolivia, como otros países recibirá un lote destinado al 20% de los bolivianos que será otorgado a grupos de mayor riesgo como el sanitario y adultos mayores.
La Ministra de salud aseguró que “Bolivia no será un conejillo de indias”, como afirman sus detractores.
La oposición liderada en el parlamento por el MAS, ha boicoteado los créditos para la salud. Morales, durante los 14 años de gobierno no invirtió en un sistema sanitario y gastó en cosas innecesarias como un museo que ensalza su figura y al que nadie visita.
Cuando se lance la vacuna al mercado, inmunizará al mundo, se evitarán miles de muertes y volveremos a tener la vida de antes.
El COVID-19 ha echado a la calle a millones que tratan de reinventarse con dignidad, ha quebrado empresas y destruido economías de los países.

Demoraremos años en reponernos.

Estatuas deben ser erigidas por consenso

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Martes 30 de junio 2020

Focus
                                      

Todo surgió a raíz del asesinato del afroamericano George Floyd por la brutalidad de un policía que le puso la rodilla en el cuello y lo asfixio.
Por aquella infamia, no culpo a los activistas del movimiento Black Lives Matter (BLM) por haber descolgado y tirado al rio Avon la estatua de un tal Colston, un traficante de esclavos en el siglo 19. 
Estuvo implicado en el traslado de 80.000 esclavos a plantaciones americanas y miles fallecieron en la travesía por hambre y enfermedades. 
Tampoco critico al BLM por destruir la efigie del tirano Leopoldo II de Bélgica que fue responsable de la muerte de  cerca a 15 millones de hombres de color y que tuvo la desfachatez de decir que el Congo era de su propiedad.
De igual manera, no censuro que los manifestantes echaran pintura a la estatua de R. Lee que fue un general del ejército de los Estados Confederados del sur que se opuso abolir la esclavitud en la guerra civil de EE.UU.
¿Quién en su sano juicio erige un monumento a sujetos tan nefastos como los que cito?
Ningún hombre tiene derecho de propiedad sobre otro, ni utilizarlo para su beneficio personal a través del trabajo obligatorio ni comercializarlo como un objeto. 
Quien comprendió esto fue el presidente estadounidense Abraham Lincoln quien abolió la esclavitud en su país y se le han erigido merecidamente varios monumentos.
Ocurre que desafortunadamente las estatuas las mandan a hacer los que se encuentran en el poder ya que consideran que tal o cual personaje ha tenido un papel preponderante en la historia de su país. Hussein y E. Morales mandaron a construir sus propias efigies. Cuando cayeron, el pueblo las sacó.  
Erigir una estatua o monumento debe ser sujeto a consultas populares y se debe decidir por consenso. No así por las  autoridades de turno.
Lo mismo ocurre con los textos de historia que suelen ser escritas por los vencedores. Situación injusta porque no son precisas, distorsionan los hechos, obliga a los ciudadanos a tener memoria selectiva y a honrar a personajes o sucesos a veces equivocados. Y lo que es peor, queda en la memoria colectiva. 
De ahí que nace la urgente necesidad de reescribir la historia y replantear los hechos en su verdadera dimensión tras una investigación profunda y el debate. 
El mundo enfureció con el asesinato de Floyd y protestó por la eterna inmunidad e impunidad de la policía estadounidense que hace abuso de poder con las minorías.
Cuando las protestas antirracistas lideradas por Luther King en 1963, sólo salían a las calles hombres de color y contados blancos. Esta vez -a pesar del COVID-19- los manifestantes se arriesgaron salieron a las calles y el movimiento se globalizó. Las protestas fueron de ciudadanos de todas las razas y edades en EEUU, Europa, Asia y Australia. Un hecho sin precedentes.
EEUU le debe mucho a los ciudadanos afroamericanos y a las minorías inmigrantes que han coadyuvado a construir la primera potencia mundial.
Barack Obama fue el primer presidente de color y su gran legado fue el Obamacare. Toni Morrison, que luchó contra la discriminación racial, fue la primera mujer afroamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura y también recibió el Pulitzer.
En el campo musical, cantantes como Michael Jackson o Nat King Cole han trascendido fronteras, han sido galardonados y marcado época.
El atleta Tommie Smith logró un récord mundial en carreras en los juegos olímpicos. Michael Jordan es considerado el mejor basquetbolista de la historia. ¿Y ganadores de premios Oscar? La lista es larga.
No al racismo.