lunes, 11 de abril de 2016

LO UNIVERSAL Y LO PROVINCIANO EN LA NOVELA BOLIVIANA por HCF MANSILLA

DIARIO PAGINA SIETE BOLIVIA


LITERATURA
Lo universal y lo provinciano
en la novela boliviana
Verónica Ormachea Gutiérrez transita por la senda de los
temas universales, poniendo en cuestionamiento prejuicios
colectivos de vieja data.  Por HCF Mansilla
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domingo, 10 de abril 2016
Mediante esta novela (Los infames, La Paz: Gisbert 2015), Verónica
Ormachea Gutiérrez nos muestra un tipo de literatura que no es usua
l en Bolivia. Con pocas palabras intento aquí señalar la contribución
fundamental de esta autora. La literatura boliviana ha sido tributaria
de modas ideológicas relativamente rígidas, que prescribían el
 tratamiento de temáticas como el proletariado minero o los estratos
 campesinos y el enaltecimiento de las heroicas luchas de ambos
sectores contra la perfidia de las élites. Apenas hubo concluido esta
tendencia dogmática, la literatura y las ciencias sociales se entregaron
a otra moda no menos dogmática, el relativismo cultural en el marco del posmodernismo, donde todavía se encuentran. En ambos casos la
literatura resultante ha tenido un carácter provinciano y pueblerino,
cerrado sobre sí mismo, indiferente a los grandes problemas de la
historia universal y consagrado a celebrar las cosas pequeñas de la
vida cotidiana. Esto no es negativo en sí mismo. Todos somos, de
alguna manera, provincianos sobre la nave que es nuestro modesto
planeta, y las cosas pequeñas de la vida cotidiana se revelan a menudo
como las más importantes para los seres humanos concretos.

Pero lo grave reside en el elemento ideológico que subyace a esta
posición. Los escritores de la actualidad creen que mimetizarse con
 la corriente dominante es un acto de notable sabiduría. Como no
conocen el principio moderno de la crítica, no tienen una relación
distanciada, lúdica e irónica con respecto a sus propias personas
y obras. Previamente a toda reflexión analítica, es decir: de manera
 natural, obvia y sobreentendida, se adhieren a un principio de
comportamiento social que tiene una gran popularidad en el país:
la astucia momentánea es algo muy superior a la inteligencia
innovadora. Entonces la necesaria preocupación por las cosas
pequeñas de la vida diaria se transforma en la celebración de
las banalidades, en la alabanza de lo vulgar y en el canto de lo
efímero.

Nuestros escritores suponen que todo esto sería lo profundo, lo
 genuino y lo importante. Para ellos el centro del mundo está en el comportamiento de los grupos juveniles marginales, en el ámbito
de las modas musicales y artísticas del momento o en extravagancias
de todo tipo. 

Al aseverar todo esto cometo, por supuesto, una injusticia. Hasta
en las circunstancias más adversas se hallan novelistas y poetas,
 a quienes las corrientes del momento les son relativamente
 indiferentes, y se consagran a su obra creativa con gran empeño
 y originalidad. Verónica Ormachea Gutiérrez transita por la senda
de los temas universales, poniendo en cuestionamiento los prejuicios
colectivos de vieja data, aquellos que son entrañables e irrenunciables
 para una buena parte de toda sociedad humana y que conforman
la base de su identidad nacional. 

Varinia, la figura central femenina de Los infames, la señorita de
buena familia que se enamora de un muchacho católico de origen
 judío, vive un drama existencial muy complejo y por ello desarrolla
un carácter teñido por la ambivalencia y unas reflexiones muy
interesantes para conocer al alma femenina, si es que existe una
entidad metafísica y genérica llamada el alma femenina. Creo uno
de los méritos principales de la autora reside en su capacidad para
construir (o reconstruir) la difícil estructura mental y anímica de mujeres inteligentes y cultas que llevan una vida trágica, escindidas entre
las pasiones del corazón, los códigos morales tradicionales y las
realidades de la prosaica vida diaria. Y en ambos casos las pasiones
 resultan ser fuertes y hasta violentas, lo que a veces no desagrada a las protagonistas.

Sin darse cuenta, los dos protagonistas principales de Los infames
representan lo dionisíaco en el caso de Varinia, y lo apolíneo en el
de Boris, la figura central masculina. Son las dos fuerzas que impulsan
 el ámbito humano: los sentimientos y la razón, las intuiciones y la lógica.
Como en toda buena novela, no hay una separación esquemática y
rígida entre ambos principios; los personajes transitan continuamente
del uno al otro.

Pero me llamó la atención que dos varones, el joven Boris y el ya viejo
Mauricio Hochschild, sean los representantes de la tendencia apolínea,
es decir: del orden y la mesura. Aunque aquí debo corregirme. Boris,
quien consigue en el último minuto una visa para Bolivia, está
desgarrado entre la lealtad a sus padres, a su novia, a su tierra natal, y
los imperativos de una razón práctica. Como pocos productos de la
literatura boliviana,

Los infames conecta dos temas universales: la suerte de los judíos a
mediados del terrible siglo XX y la cultura del burocratismo y
autoritarismo. Además creo que la autora posee un talento especial
para la descripción de constelaciones socio-culturales. En mi opinión
están  muy bien logradas las descripciones de la atmósfera colectiva
en Polonia bajo la ocupación alemana y de la vida cotidiana en el
campo de concentración de Auschwitz, con sus pocas esperanzas y
 alegrías y sus muchas traiciones y desgracias. Aquí se percibe lo
que es un tratamiento inteligente de los detalles del ámbito diario: en
 lugar de celebrar trivialidades como si fuesen hechos importantes, la
autora nos muestra que cada pequeña acción puede traer sufrimientos
mayores o la muerte a los involucrados que no pueden comprender ni
el origen ni el sentido de su tragedia.

En lo referido al ambiente boliviano, la autora pone en duda los
mitos colectivos sobre las presuntas bondades del nacionalismo
autoritario del presidente Gualberto Villarroel. El Estado de derecho
 y el respeto de los derechos humanos no eran los valores rectores
del Gobierno que duró entre 1943 y 1946. La obra de Verónica
constituye un merecido homenaje a Mauricio Hochschild, uno de
 los barones de la minería. Las leyendas populares atribuyen todas
 las maldades posibles a los magnates mineros, lo que, por supuesto,
 tiene que ver con la base de envidia, desinformación y prejuicios que caracterizan hasta hoy el sentido común histórico de la sociedad
boliviana.
La mezquindad colectiva impide reconocer rasgos positivos en los
 adversarios políticos circunstanciales. La autora realiza una labor
ejemplar al recordarnos la labor humanitaria –llena de riesgos y
vacía de gratitud– que realizó Hochschild. Verónica Ormachea
Gutiérrez y su obra nos obligan a ver este conjunto de temas con
 una mezcla de clarividencia y elegancia

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