DIARIO PAGINA SIETE BOLIVIA
LITERATURA
Lo universal y lo provinciano
en la novela boliviana
Verónica Ormachea Gutiérrez transita por la senda de
los
temas universales, poniendo en cuestionamiento
prejuicios
colectivos de vieja data. Por HCF Mansilla
(0)
domingo, 10 de abril 2016
Mediante esta novela (Los infames, La Paz: Gisbert
2015), Verónica
Ormachea Gutiérrez nos muestra un tipo de literatura
que no es usua
l en Bolivia. Con pocas palabras intento aquí señalar
la contribución
fundamental de esta autora. La literatura boliviana ha
sido tributaria
de modas ideológicas relativamente rígidas, que
prescribían el
tratamiento de
temáticas como el proletariado minero o los estratos
campesinos y el
enaltecimiento de las heroicas luchas de ambos
sectores contra la perfidia de las élites. Apenas hubo
concluido esta
tendencia dogmática, la literatura y las ciencias
sociales se entregaron
a otra moda no menos dogmática, el relativismo
cultural en el marco del posmodernismo, donde todavía se encuentran. En ambos
casos la
literatura resultante ha tenido un carácter
provinciano y pueblerino,
cerrado sobre sí mismo, indiferente a los grandes
problemas de la
historia universal y consagrado a celebrar las cosas
pequeñas de la
vida cotidiana. Esto no es negativo en sí mismo. Todos
somos, de
alguna manera, provincianos sobre la nave que es
nuestro modesto
planeta, y las cosas pequeñas de la vida cotidiana se
revelan a menudo
como las más importantes para los seres humanos
concretos.
Pero lo grave reside en el elemento ideológico que
subyace a esta
posición. Los escritores de la actualidad creen que
mimetizarse con
la corriente
dominante es un acto de notable sabiduría. Como no
conocen el principio moderno de la crítica, no tienen
una relación
distanciada, lúdica e irónica con respecto a sus
propias personas
y obras. Previamente a toda reflexión analítica, es
decir: de manera
natural, obvia
y sobreentendida, se adhieren a un principio de
comportamiento social que tiene una gran popularidad
en el país:
la astucia momentánea es algo muy superior a la
inteligencia
innovadora. Entonces la necesaria preocupación por las
cosas
pequeñas de la vida diaria se transforma en la
celebración de
las banalidades, en la alabanza de lo vulgar y en el
canto de lo
efímero.
Nuestros escritores suponen que todo esto sería lo
profundo, lo
genuino y lo
importante. Para ellos el centro del mundo está en el comportamiento de los
grupos juveniles marginales, en el ámbito
de las modas musicales y artísticas del momento o en
extravagancias
de todo tipo.
Al aseverar todo esto cometo, por supuesto, una
injusticia. Hasta
en las circunstancias más adversas se hallan
novelistas y poetas,
a quienes las
corrientes del momento les son relativamente
indiferentes, y
se consagran a su obra creativa con gran empeño
y originalidad.
Verónica Ormachea Gutiérrez transita por la senda
de los temas universales, poniendo en cuestionamiento
los prejuicios
colectivos de vieja data, aquellos que son entrañables
e irrenunciables
para una buena
parte de toda sociedad humana y que conforman
la base de su identidad nacional.
Varinia, la figura central femenina de Los infames, la
señorita de
buena familia que se enamora de un muchacho católico
de origen
judío, vive un
drama existencial muy complejo y por ello desarrolla
un carácter teñido por la ambivalencia y unas
reflexiones muy
interesantes para conocer al alma femenina, si es que
existe una
entidad metafísica y genérica llamada el alma
femenina. Creo uno
de los méritos principales de la autora reside en su
capacidad para
construir (o reconstruir) la difícil estructura mental
y anímica de mujeres inteligentes y cultas que llevan una vida trágica,
escindidas entre
las pasiones del corazón, los códigos morales
tradicionales y las
realidades de la prosaica vida diaria. Y en ambos
casos las pasiones
resultan ser
fuertes y hasta violentas, lo que a veces no desagrada a las protagonistas.
Sin darse cuenta, los dos protagonistas principales de
Los infames
representan lo dionisíaco en el caso de Varinia, y lo
apolíneo en el
de Boris, la figura central masculina. Son las dos
fuerzas que impulsan
el ámbito
humano: los sentimientos y la razón, las intuiciones y la lógica.
Como en toda buena novela, no hay una separación
esquemática y
rígida entre ambos principios; los personajes
transitan continuamente
del uno al otro.
Pero me llamó la atención que dos varones, el joven Boris
y el ya viejo
Mauricio Hochschild, sean los representantes de la
tendencia apolínea,
es decir: del orden y la mesura. Aunque aquí debo
corregirme. Boris,
quien consigue en el último minuto una visa para
Bolivia, está
desgarrado entre la lealtad a sus padres, a su novia,
a su tierra natal, y
los imperativos de una razón práctica. Como pocos
productos de la
literatura boliviana,
Los infames conecta dos temas universales: la suerte
de los judíos a
mediados del terrible siglo XX y la cultura del
burocratismo y
autoritarismo. Además creo que la autora posee un
talento especial
para la descripción de constelaciones
socio-culturales. En mi opinión
están muy bien logradas las descripciones de la
atmósfera colectiva
en Polonia bajo la ocupación alemana y de la vida
cotidiana en el
campo de concentración de Auschwitz, con sus pocas
esperanzas y
alegrías y sus
muchas traiciones y desgracias. Aquí se percibe lo
que es un tratamiento inteligente de los detalles del
ámbito diario: en
lugar de
celebrar trivialidades como si fuesen hechos importantes, la
autora nos muestra que cada pequeña acción puede traer
sufrimientos
mayores o la muerte a los involucrados que no pueden
comprender ni
el origen ni el sentido de su tragedia.
En lo referido al ambiente boliviano, la autora pone
en duda los
mitos colectivos sobre las presuntas bondades del
nacionalismo
autoritario del presidente Gualberto Villarroel. El
Estado de derecho
y el respeto de
los derechos humanos no eran los valores rectores
del Gobierno que duró entre 1943 y 1946. La obra de
Verónica
constituye un merecido homenaje a Mauricio Hochschild,
uno de
los barones de
la minería. Las leyendas populares atribuyen todas
las maldades
posibles a los magnates mineros, lo que, por supuesto,
tiene que ver
con la base de envidia, desinformación y prejuicios que caracterizan hasta hoy
el sentido común histórico de la sociedad
boliviana.
La mezquindad colectiva impide reconocer rasgos
positivos en los
adversarios
políticos circunstanciales. La autora realiza una labor
ejemplar al recordarnos la labor humanitaria –llena de
riesgos y
vacía de gratitud– que realizó Hochschild. Verónica
Ormachea
Gutiérrez y su obra nos obligan a ver este conjunto de
temas con
una mezcla de clarividencia y elegancia
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