viernes, 4 de enero de 2019

Erotismo de lady Chatterley y Los Infames

DIario Pagina siete


LITERATURA

Erotismo en Lady Chatterley

 y Los infames

Jorge Patiño hace una lectura comparada sobre las escenas eróticas de las novelas de D.H. Lawrence y Verónica Ormachea.
domingo, 30 de diciembre de 2018 · 00:00
Jorge Patiño Sarcinelli Matemático y escritor
Cuando D.H. Lawrence publicó El amante de Lady Chatterley en 1928,
 causó revuelo por sus escenas eróticas, terreno que la buena 
literatura había evitado. Todavía en 1960, el autor de la introducción
 a la edición de Penguin sintió la necesidad de comenzar aclarando:
 “El amante de Lady Chatterley no es un libro sucio; es limpio y serio
 y bello”. ¡En 1960, cuando el mundo ya estaba entrando en la era del
 amor libre!
Hace dos años, Verónica Ormachea, una de nuestras más connotadas
 escritoras, publicó su novela Los infames. Ésta ya ha sido comentada
 por nuestro presentador oficial de novelas de sociedad, así que puedo 
dedicarme aquí a un solo aspecto de la obra: lo erótico, para compararlo 
con el libro de Lawrence.
La novela de Ormachea también causó revoloteo. Como muestra sin valor,
 recuerdo una reunión de personas liberales y liberadas donde se comentó 
que algunas de las escenas de Los infames eran muy fuertes, de “mal gusto”
 dijo alguien. A tal punto era la reacción, que nadie se animó a leer los 
pasajes en voz alta.  Esta timidez es llamativa: a inicios del siglo XXI lo sexual explícito todavía no se lee con naturalidad.
Cualquier comparación entre las dos novelas basada en escenas fuera 
del contexto será incompleta y sesgada, máxime si son citas breves como
 las que siguen, pero me aventuro a condición de que se tome este 
comentario como una invitación a leer ambas novelas, o releerlas, 
según el caso. Advierto al lector sensible que en lo que sigue hay 
escenas de sexo explícito; todas ya publicadas sin censura.
 
De Lady Chatterley
“También él había descubierto la parte delantera de su cuerpo y 
Connie sintió su carne desnuda contra la suya, cuando penetró en ella.
 Durante unos instantes el hombre quedó quieto, en el interior de Connie,
 turgente y estremecido. Luego cuando el hombre comenzó a moverse,
 en el súbito e inevitable orgasmo, despertó en Connie nuevas y extrañas sensaciones que, a oleadas, recorrieron sus entrañas. A oleadas, 
a oleadas, a oleadas… como suaves llamas como suaves plumas,
 alcanzando un punto de esplendor exquisito…”.
Del lado masculino es un acto simple; un movimiento, una eyaculación 
y  ya, como suele ser. Todo el énfasis poético está en el orgasmo 
femenino, como no suele ser.
 De Los infames
“Ella, en medio de gemidos que la asfixiaban, le indicó con el dedo 
el lugar donde debía lamerla. Ahí, le dijo ella. Ahí, no pares. Mientras
 él le introducía los dedos en la vagina como si la estuviese
 penetrando. … Él tragaba con placer todos sus líquidos vaginales”.
En su afán realista, salofílico, Ormachea no nos ahorra detalles
 anatómicos ni fisiológicos. ¿Es esto lo que hace que la escena
 sea desagradable?
De Lady Chatterley
“Connie volvió a estremecerse al darse la potente e inexorable 
entrada del hombre en ella, una entrada extraña y terrible.
 Hubiera podido ser como la penetración de una espada en su
 cuerpo suavemente abierto... Pero aquello se transformó en 
una extraña y lenta penetración de paz. De una gran y primigenia
 ternura…. Connie nada reservó para sí. Osó entregarlo todo,
 entregar su persona íntegra, dejarse llevar por la marea”.
Lawrence combina la penetración real y metafórica con la 
ternura y el acto de total entrega de la mujer, un estereotipo femenino.
 
De Los infames
“Empezó a besarle los senos y lamerle los pezones con inusitada
 pasión. Ella aceptaba todo. … Ella empezó a respirar de forma
 agitada y sintió que sus muslos se humedecían… Perdió el hilo de sus pensamientos e inconscientemente se dejó llevar, desfalleciente. 
Su aprensión empezó a desvanecerse… Él se abrió la bragueta
 y puso la fina mano de ella sobre su miembro erguido como
 un palo. … Ella deseaba ser penetrada, más allá de la razón…. 
Sintió su tronco penetrando con firmeza en un mar de humedad”.
La redacción de esta fuertísima escena podía haber sido pulida –e.g.
 la repetición de la palabra “empezar”- pero esa deficiencia no impide
 que recibamos el impacto. Mientras Lawrence usa la metáfora de
 espada por falo, Ormachea, más ecológica, dice “tronco” y “palo”.
En las escenas eróticas de Lady Chatterley las descripciones se
 limitan a las partes de él, el pene y las nalgas, pero el clítoris y 
la vagina es un umbral que Lawrence no cruza. Ormachea, en
 cambio, no se inhibe de hacer referencias jugosas a las partes
 de su personaje.
Vale la pena resaltar otros aspectos en la comparación. Las 
descripciones de Ormachea, además de ser más explícitas en los
 órganos sexuales femeninos y sus secreciones, nos muestran
 sólo los sentimientos primarios de sus personajes. Mientras que
 Lawrence creyó importante darnos una idea de sus sensaciones
 y describir el orgasmo con plumas (algo cursi quizá), los de Varinia 
son más primarios. “Métemela con toda tu alma, no pares nunca”
 dice ella, y a seguir se da el orgasmo, como un puro instante físico.
No hay que perder de vista que se trata de situaciones muy diversas. 
Aparte de la escena en que Varinia pierde la virginidad con su chico,
 las otras se dan en un campo de concentración, donde ella es 
una prisionera indefensa y todo el poder lo tiene el hombre.
 Lady  Chatterley, al contrario, es la dueña de la mansión y Oliver
 es el guardabosques. El poder social está con ella, pero en las 
escenas de sexo la iniciativa la tiene él y ella se entrega. 
Las escenas de sexo en Los infames se mueven entre la violación y el sadomasoquismo;  las de Lady Chatterley forman parte de un 
aprendizaje sensual y sexual. Pero Lawrence quiere que 
distingamos amor de sensualidad y de voluptuosidad.
“…aquella audaz sensualidad sin vergüenzas estremeció a Connie 
hasta los cimientos de su ser… y la transformó en otra mujer. 
Aquello no fue realmente amor. No fue voluptuosidad. Fue una 
sensualidad cortante, dolorosa como el fuego…”.
Es notable la delicadeza y sensibilidad de Lawrence. A tal punto,
 que el lector termina convencido de que en ese erotismo hay
 más que amor puro o que deseo bruto, y ésta es la clave que 
lo distingue de la novela cursi, del porno ligero y de la pornografía.
La literatura erótica es un campo vasto de muy antigua tradición.
 La comparación que hago aquí, muy limitada por cierto, busca 
rescatar la novela de Ormachea de la condena de los pacatos,
 pero no pretende demostrar categorías. Aunque no gusten a todos, 
las escenas de  Los infames  exploran una literatura donde hay 
un lugar para todas las pasiones y su fisiología, como debe haber
 para todo lo humano.
 

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