miércoles, 23 de febrero de 2011

El suicidio político de Betancourt



Sábado 24 de julio 2010

FOCUS
¿Dónde se ha visto que una secuestrada pida un resarcimiento por   daños económicos y morales sufridos durante seis años de cautiverio a sus benefactores?
Se trata de Ingrid Betancourt, que ha demostrado irracionalidad,  falta de ética y un oportunismo sin nombre.
La ex rehén de las izquierdistas FARC y candidata a la presidencia de Colombia así como sus familiares, han hecho una demanda al gobierno colombiano de U$ 6.5 millones. Que se sepa, jamás se ha hecho una exigencia a un Estado por un secuestro no cometido por él.
Betancourt afirmó que el gobierno no le dio las garantías necesarias durante la campaña y que no hizo los esfuerzos suficientes para rescatarla. Nada más falso porque el gobierno le advirtió que no ingrese a San Vicente del Caguán, donde quería ir para hablar con las FARC, sin embargo lo hizo bajo su responsabilidad inclusive firmando un documento. Luego fue secuestrada junto a su asistente Clara Rojas. Entretanto los esfuerzos del gobierno de Colombia e incluso internacionales para rescatarla fueron inmensos por ser franco- colombiana. Incluso el gobierno francés envió aviones a la selva a buscarla.
Después de seis años de cautiverio, el gobierno de Uribe hizo un rescate extraordinario llamado Operación Jaque, encabezado por el entonces Ministro de Defensa y presidente electo de Colombia Juan Manuel Santos, que la liberó junto a otros rehenes. Aquello costó una fortuna, meses de entrenamiento y fue una operación en que los rescatadores arriesgaron sus vidas.
Hasta la fecha las FARC han secuestrado a más de 3.000 personas y la mayoría de ellos sin responsabilidad personal.
Hubo el caso de la ciudadana alemana Reinhilt Weigel que fue plagiada en Ciudad Perdida por el ELN durante 74 días, y el gobierno de su país le pasó una cuenta de 12.000 euros por el costo del helicóptero que fue a rescatarla.
La controvertida Betancourt es criticada por su afán de figuración. Prueba clara es que tras la liberación, viajó a Francia y luego a varios países del mundo mostrándose como una víctima. En realidad lo fue y sufrió mucho. Nadie merece el castigo de ser secuestrado ni una hora, principalmente porque se sufren las experiencias límite - de las que hablaba Sastre - en que el plagiado no sabe si va a vivir o morir. O se experimenta el Síndrome de Estocolmo, como ocurrió con Betancourt, Rojas y Patricia Hearst.
Si Betancourt ha pensado volver a presentarse como candidata a la presidencia, que se olvide, porque será un fracaso total. Ha perdido su imagen y prestigio. Incluso se especuló que habría provocado el secuestro para crecer políticamente. Ahora no le queda otra que desaparecer definitivamente de la arena política.
Cuesta entender los motivos por los que hizo tal demanda. ¿Será que ha desvariado tras la dramática experiencia del secuestro? O ha querido dar un golpe publicitario por su enfermizo afán de protagonismo. Ni siquiera los miembros del ejército colombiano que han sido plagiados mientras hacían su trabajo, han demandado al Estado.
La petición ha provocado la indignación y decepción del gobierno y el pueblo colombianos así como de la opinión pública mundial. A raíz del sinfín de críticas, ella se retractó y retiró la demanda. Dijo que tenía un “afán de solidaridad con otros secuestrados para que se les indemnice”. Pero, si quería ser solidaria, ¿por qué no organizó una campaña seria y sistemática para buscar la liberación de los que aún siguen secuestrados?
El hecho es que Betancourt se hizo el harakiri y se enterró políticamente.


* Verónica Ormachea Gutiérrez es autora del libro Entierro sin muerte- El secuestro de Doria Medina por el MRTA.

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